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El Hombre A La Orilla Del Mar
Jack Benton


Un misterio en la costa de Lancashire en el noroeste de Inglaterra. John В«SlimВ» Hardy, bebedor y soldado caГ­do en desgracia y convertido en torpe detective privado, es contratado para investigar a Ted Douglas, banquero de inversiГіn que se escapa todos los viernes a visitar una cala desolada en la costa de Lancashire. AllГ­ camina hasta la orilla, abre un libro Viejo y empieza a leer en voz alta. Su mujer piensa que estГЎ teniendo una aventura. Slim piensa que estГЎ loco. La verdad es mГЎs increГ­ble de lo que ambos pueden imaginar. El hombre a la orilla del mar es una magnГ­fica novela de debut de Jack Benton, una historia clГЎsica de amor, traiciГіn, asesinato e intriga.








El hombre a la orilla del mar


"El hombre a la orilla del mar" Copyright В© Jack Benton / Chris Ward 2018

Traducido por Mariano Bas

El derecho de Jack Benton / Chris Ward a ser identificado como el autor de este trabajo fue declarado por Г©l de conformidad con la Ley de derechos de autor, diseГ±os y patentes de 1988.

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicaciГіn puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperaciГіn o transmitida, en cualquier forma o por cualquier medio, sin el permiso previo por escrito del Autor.

Esta historia es una obra de ficciГіn y es producto de la imaginaciГіn del autor. Todas las similitudes con lugares reales o con personas vivas o muertas son pura coincidencia.




ГЌndice


CapГ­tulo 1 (#uddb65f58-8c43-5f81-90ab-fb66ba2af166)

CapГ­tulo 2 (#udac83fcb-dbe2-5867-a186-a0053920ebf6)

CapГ­tulo 3 (#ube95b9d7-9e1e-56b5-ab9e-819ff60e5550)

CapГ­tulo 4 (#u2c733c3c-2157-59f2-b052-cdf7bac18dad)

CapГ­tulo 5 (#u1f91fb23-bc9a-5635-9395-5a9e677b5a6e)

CapГ­tulo 6 (#u257feb9e-9b47-53d2-9fb0-0fda75fd96e5)

CapГ­tulo 7 (#u8a0d4476-787a-53f1-b006-8efc3ed439a3)

CapГ­tulo 8 (#u800b2d0f-4ab1-516e-a4c1-af8b6629363c)

CapГ­tulo 9 (#ue6d5a6b2-6c53-506c-82d1-7978932ae115)

CapГ­tulo 10 (#u3735bb56-c711-5e48-8b9f-e91a819e7f61)

CapГ­tulo 11 (#uf55d030c-269e-5258-b6dc-2a06a2281b5a)

CapГ­tulo 12 (#u7bf46eb4-4558-5db3-b706-a65fb15b694b)

CapГ­tulo 13 (#ud5be908f-d5e3-5456-9513-a5002ca6d22d)

CapГ­tulo 14 (#uab48836c-43c9-5181-b341-a48bcca7134d)

CapГ­tulo 15 (#ufbec0c2f-fbe9-537e-b98b-3f10bf868123)

CapГ­tulo 16 (#u1f62692f-2ef2-5809-a189-6bc19a68c0e4)

CapГ­tulo 17 (#uc7ab38c2-c745-5647-9d79-9c869f12029f)

CapГ­tulo 18 (#ua21e7f7e-5ac2-56a9-9289-ac6c7db982ff)

CapГ­tulo 19 (#u17d3aa79-bdf6-503d-8c8b-73e37c3e8cdf)

CapГ­tulo 20 (#ub408ad4e-ce04-53f2-bd07-21cfa7f0019b)

CapГ­tulo 21 (#u83de3118-c610-54b4-b76d-87dca9a2dbd6)

CapГ­tulo 22 (#u498bbfaf-a2cf-5135-9e8d-1f102a4d1a6d)

CapГ­tulo 23 (#uad184a0a-80f0-5abe-aea8-0171bcb7de9e)

CapГ­tulo 24 (#ua10e2585-9553-5421-9f7a-4d22688138cc)

CapГ­tulo 25 (#ub77877d7-91f2-5d90-963c-af11982769df)

CapГ­tulo 26 (#u0dcd300a-4e86-56d9-8d1e-6abffeea6d48)

CapГ­tulo 27 (#u767ee756-72a6-514e-8c7a-b8a9dada017b)

CapГ­tulo 28 (#u3b046cfc-2aa1-5a6e-8c18-07950db2f991)

CapГ­tulo 29 (#u9d4f31ad-6ecf-57f1-8f4a-7aa4169e3514)

CapГ­tulo 30 (#u745d59c3-b36f-5666-bf2f-d88df93af356)

CapГ­tulo 31 (#uc4ebf40f-5d76-52f2-a40f-dbf1d9378b56)

CapГ­tulo 32 (#ube298072-7c31-5ec3-86e2-78f8804c8122)

CapГ­tulo 33 (#ucdc4d9f7-faae-5f4a-99bc-6a02d7ad29ce)

CapГ­tulo 34 (#ue96ffeab-4f26-58a9-937c-e4f9330592b1)

CapГ­tulo 35 (#ub875bd83-92f0-5ca2-bbc9-af22ceb3e0df)

CapГ­tulo 36 (#u0733b980-ee4d-56ed-84f5-d1dd14120b5b)

CapГ­tulo 37 (#u2c24a8f3-4eac-5209-bdac-56a1fcc85542)

CapГ­tulo 38 (#u686d95a4-5fe3-5baf-b77b-fb9a0ff5affa)

CapГ­tulo 39 (#u644d16ee-054b-513e-9ea9-f8c63d7b245f)

CapГ­tulo 40 (#ua363e8c4-6500-5096-aa60-92c4bd61ee5b)

CapГ­tulo 41 (#u9e96feb6-4973-5501-8edb-17c8d2445d96)

CapГ­tulo 42 (#u25b5e8cf-87da-5f8c-9c4f-99c6207184f0)

CapГ­tulo 43 (#uccb78e29-41b5-5fd6-b3af-c10f8b4ee8dd)

CapГ­tulo 44 (#u6f7ce37a-b86e-50fe-8add-713180605106)

CapГ­tulo 45 (#u0e5493a6-705f-5018-99ce-387d8350aa2a)

CapГ­tulo 46 (#u1f4ebff5-ce4b-5b4f-8f8f-e5fdfb4f9e0c)

CapГ­tulo 47 (#u082f9850-9256-5745-8b94-b8db9fe1c9cb)

CapГ­tulo 48 (#ud5920cbc-a2eb-5971-8a5a-def5753d1128)

CapГ­tulo 49 (#u7412a790-2d7f-5a40-b4ff-25a14b1856aa)

CapГ­tulo 50 (#u985fd517-d938-5f5d-ab07-573f2b943bb6)

CapГ­tulo 51 (#udce9e326-284b-51a5-8817-8993098ebbb8)

CapГ­tulo 52 (#uc45213d9-2b92-5621-92bb-d20714bced59)

CapГ­tulo 53 (#u62f93936-072d-577f-aa69-ddf3abfeb79d)

CapГ­tulo 54 (#u82ccd9ee-6f7a-54cb-b14f-eb83d4121958)

CapГ­tulo 55 (#uabbad623-bec0-5fb6-a4c3-446f8af5ca0a)

CapГ­tulo 56 (#u637d4dca-8b63-57e8-9c85-7a5e2b097db6)

CapГ­tulo 57 (#u5ba95a19-7c00-5bf8-bb5a-bb9a432e1885)

CapГ­tulo 58 (#uf54c69f6-ccc8-5070-be5e-f87f214e496c)

CapГ­tulo 59 (#u98cbbb77-a47b-5a85-a36e-aabef98e0df3)

Sobre el Autor (#ud1030805-8d1f-5545-bb7a-9d7374d5cf51)



El hombre a la orilla del mar




1







La berlina verde estaba estacionada en lo alto de la playa, con el motor en marcha y escupiendo humo negro por su tubo de escape. TenГ­a una raya irritante, que podГ­a haberse hecho con una llave, en forma de curva vacilante y ebria desde debajo del retrovisor exterior izquierdo hasta justo por encima de la llanta trasera.

Desde su ventajoso punto de vista sobre un promontorio bajo al sur de la playa, Slim Hardy bajГі los binoculares, escudriГ±Гі la playa hasta divisar una figura junto a la orilla y luego los volviГі a subir. Con un dedo, ajustГі el enfoque hasta ver al hombre con claridad.

Envuelto en un chubasquero por encima de su ropa de trabajo, Ted Douglas estaba solo en la playa. Una Гєnica lГ­nea de pisadas sobre la arena marcaba su trayecto desde la parte rocosa de la playa.

Con las manos enrojecidas por el viento helado, Ted sostenГ­a un libro con la portada abierta hacia arriba. Con un diseГ±o plateado sobre negro, desde esa distancia las palabras eran ilegibles. A Slim le hubiera gustado acercarse sin que le viera, pero los guijarros del fondo de la playa y la hГєmeda extensiГіn de charcos entre rocas no ofrecГ­an ninguna manera de esconderse.

Mientras las olas de color gris azulado se agitaban y rompГ­an, Ted levantГі una mano y apenas se oyГі un dГ©bil grito por encima del viento que aullaba en torno a la base del imponente acantilado del norte.

—¿Qué estás haciendo, de verdad? —murmuró Slim—. No hay nadie más ahí, ¿no?

BajГі los binoculares y sacГі una cГЎmara digital de su bolsillo. Tomo una foto del coche y otra de Ted. Durante cinco semanas seguidas Slim habГ­a hecho el mismo par de fotografГ­as. TodavГ­a tenГ­a que decirle algo a Emma Douglas, la mujer de Ted, porque, aunque le estaba empezando a presionar para que le ofreciera resultados, aГєn no habГ­a nada que contar.

A veces deseaba que Ted dejara el libro, sacara una caГ±a de pescar y acabara con esto.

Al principio Slim pensГі que Ted leГ­a, pero la forma en que gesticulaba con su mano libre ante el mar le dejГі claro que, o bien estaba practicando un discurso, o bien estaba recitando unos versos. Slim no tenГ­a ni idea de por quГ© o a quiГ©n.

Se moviГі a una zona de hierba, hГєmeda por la brisa marina, poniГ©ndose mГЎs cГіmodo. No habГ­a mucho que hacer ahora aparte de comprobar lo que harГ­a Ted despuГ©s, para ver si hoy hacГ­a lo mismo que los cuatro viernes anteriores: salir de la playa, quitarse la arena de la ropa y los zapatos, subirse a su automГіvil y volver a su casa.

Es lo que acabГі haciendo.

Slim lo siguiГі despreocupadamente, con una sensaciГіn de urgencia desaparecida a lo largo del Гєltimo mes. Como las veces anteriores, Ted condujo los veinticinco kilГіmetros de vuelta a Carnwell, entrГі en su acceso al garaje y aparcГі su vehГ­culo. Con un periГіdico bajo un brazo y un portafolios en el otro, se dirigiГі a su confortable casa donde, a travГ©s de una ventana del comedor con las cortinas abiertas, Slim le vio besar a Emma en la mejilla. Mientras Emma volvГ­a a la cocina a travГ©s de una puerta y Ted se sentaba en un sofГЎ, Slim puso su coche en punto muerto, levantГі el pie del freno y dejГі que este descendiera por la colina. Tan pronto como estuvo a una distancia segura, encendiГі el motor y se alejГі conduciendo.

SeguГ­a sin tener nada de quГ© informar a Emma. HabГ­a algo seguro: no habГ­a ningГєn asunto extramarital, solo el extraГ±o ritual junto al mar.

Tal vez Ted, banquero de inversiГіn durante el dГ­a, era un seguidor oculto de Coleridge que se escapaba en secreto al salir del trabajo cada viernes, exactamente a las dos de la tarde, para arremeter contra el salvaje ocГ©ano con relatos de albatros y costas gГ©lidas.

Por supuesto, Emma sospechaba la existencia de una amante, como la mayorГ­a de las esposas satisfechas despuГ©s de salir de su zona de confort debido a un descubrimiento sorprendente.

Slim tenГ­a un alquiler que pagar, una aficiГіn por el alcohol que atender y una curiosidad que alimentar.

Disfrutando de un gran vaso de tinto junto a un curry calentado en el microondas, revisГі sus notas, buscando algo extraГ±o. El libro, evidentemente, lo era. La raya del coche. El que Ted hubiera perfeccionado un ritual. Emma habГ­a dicho que Ted se habГ­a estado tomando medios dГ­as libres los viernes desde hacГ­a tres meses, algo que solo habГ­a descubierto cuando tuvo que hacer una llamada urgente a la oficina.

Una llamada urgente.

ApuntГі que tenГ­a que preguntГЎrselo, pero su importancia tenГ­a que ser poca cuando el ritual de Ted habГ­a durado tanto tiempo.

HabГ­a algo mГЎs, algo evidente que no podГ­a precisar lo suficiente. Le intrigaba, pero estaba fuera de su alcance.

HabГ­a otras variables que habГ­a descartado. El ritual habГ­a durado entre treinta minutos y una hora y quince minutos a lo largo de las cinco semanas que habГ­a contemplado Slim. Ted elegГ­a el lugar de estacionamiento al azar. A veces dejaba el motor puesto y a veces no. Variaba sus rutas de aproximaciГіn y retorno cada vez, pero no de una forma que hiciera sospechar algo. ConducГ­a tan lento que Slim podГ­a haberlo seguido en bicicleta (al menos cuando era joven). Su desganada conducciГіn parecГ­a un tiempo para meditar, especialmente para un hombre como Ted, a quien Slim habГ­a visto durante otras vigilancias conduciendo como una flecha al trabajo cada dГ­a, dejando la casa en un momento en que no le quedaban ni cinco minutos que perder.

Fuera cual fuera la razГіn del extraГ±o ritual de Ted a la orilla del mar, habГ­a dejado a Slim lleno de dudas, como un pez echado fuera del agua por una ola de una tormenta.




2







El domingo, Slim dio una vuelta por la playa de Ted. No tenГ­a nombre segГєn el antiguo mapa del catastro que habГ­a comprado en una tienda de segunda mano y era una cala estrecha, con acantilados que se levantaban en altos bloques de terreno a ambos lados, estrechando el mar de Irlanda como las manos de un gigante. Cuando la marea estaba alta, la playa era un semicГ­rculo rocoso, pero al bajar se extendГ­a un bonito espacio de arena de color marrГіn grisГЎceo delante de las olas.

Un puГ±ado de personas paseando sus perros y una familia trepando por los charcos rocosos eran los Гєnicos visitantes en un alegre dГ­a de octubre. Slim se acercГі a la orilla (el mar mostraba ese dГ­a un oleaje tranquilo, mГЎs calmado que cualquier otra vez) y, mirando a la zona del acantilado del sur desde la que habГ­a vigilado a Ted, calculГі la ubicaciГіn aproximada de su objetivo la Гєltima vez que lo habГ­a visto.

Solo un pedazo normal de arena. Estaba casi en el centro, con unas pocas rocas en lo alto de un lado, arena ondulada y mГЎs pilas de rocas en el otro. La arena mojada a sus pies absorbГ­a sus zapatos. El agua era una lГ­nea gris delante de Г©l.

Estaba dГЎndose la vuelta para irse cuando le hablГі un hombre que paseaba a un perro. Un Jack Russell brincaba por la arena mientras el hombre, barbudo y calvo y envuelto en un grueso cortavientos de tweed, agitaba parte de la correa a su alrededor como si fuera el lazo de un niГ±o.

—Bonito, ¿verdad?

Slim asintiГі.

—Si hiciera más calor, me apetecería bañarme.

El hombre se detuvo, ladeando la cabeza. MirГі rГЎpidamente a Slim de arriba abajo.

—Usted no es de por aquí, ¿verdad?

Slim se encogiГі de hombros, algo que podГ­a significar que sГ­ o que no.

—Vivo en Yatton, a unos pocos kilómetros al este de Carnwell. No, los tipos del interior no venimos mucho a la costa.

—Conozco Yatton. Un mercado decente los sábados —El hombre se giró para mirar el mar—. Si usted está tan loco como para entrar en el agua, tenga cuidado con las resacas. Son mortales.

Dijo esto con tal certidumbre que causГі un escalofrГ­o de temor en la espalda de Slim.

—Sin duda lo tendré —dijo Slim—. De todos modos, hace demasiado frío.

—Siempre hace demasiado frío —dijo el hombre—. Si quiere un baño decente, vaya a Francia —Luego, llevándose la mano a la ceja, añadió—: Nos vemos.

Slim vio al hombre alejarse cruzando la playa, con el perro haciendo amplios cГ­rculos a su alrededor mientras chapoteaba en los pequeГ±os charcos que habГ­a dejado la marea. El hombre, saltando de vez en cuando por encima de los charcos mГЎs profundos, continuГі con sus movimientos de la correa, como si en ningГєn momento tratara de atar al perro. A medida que el paseante se alejaba, Slim tuvo una sensaciГіn creciente de soledad, como una ola extraГ±a que apareciera para romper en torno a sus talones. VolviГі a su coche al ir arreciando el viento. Mientras salГ­a del estacionamiento de tierra hacia la carretera de la costa, advirtiГі algo tirado entre los arbustos en el mismo cruce.

ParГі, saliГі y tirГі del objeto para sacarlo de la maleza. Las zarzas que lo rodeaban araГ±aron una vieja superficie de madera, como rehusando que las abandonaran.

Un cartel, podrido y medio borrado.

En el lado posterior, Slim leyГі:

CRAMER COVE

Prohibido nadar todo el aГ±o

Corrientes de resaca peligrosas

Slim apoyГі el cartel contra el seto, pero este se desequilibrГі y cayГі al suelo, cara abajo. DespuГ©s de pensarlo un momento, lo dejГі donde habГ­a caГ­do y volviГі a su coche.

Mientras se alejaba conduciendo a lo largo de una ventosa carretera costera entre dos altos setos que serpenteaban por un valle escarpado, pensГі en lo que habГ­a dicho el paseante del perro. El cartel explicaba la poca gente que habГ­a visto, aunque, sin mostrar claramente la informaciГіn, las resacas tenГ­an que ser algo que solo conocГ­an los lugareГ±os.

Pero, con un nombre para la playa, ahora tenГ­a alguna pista.




3







El lunes se citГі con Emma Douglas para ponerla al dГ­a.

—Estoy cerca de averiguar algo —dijo—. Solo necesito unas pocas semanas más.

Emma, una mujer excesivamente acicalada pero poco agraciada de poco mГЎs de cincuenta aГ±os, se quitГі las gafas para frotarse los ojos. Unas pocas arrugas y un pelo con apenas unas manchas de gris sugerГ­an que un marido que desaparecГ­a durante unas pocas horas una vez a la semana era lo que ella llamaba adversidad.

—¿Sabe su nombre? Apuesto a que es esa zorra de…

Slim levantГі una mano, con su mirada militar todavГ­a lo suficientemente enГ©rgica como para cortar sus palabras en medio de una frase, aunque la suavizГі con una rГЎpida sonrisa.

—Es mejor que antes reúna todo lo que pueda —dijo—. No quiero darle como verdad unas suposiciones.

Emma parecГ­a frustrada, pero despuГ©s de un momento de pausa asintiГі.

—Entiendo —dijo—, pero debe darse cuenta de lo duro que es esto para mí.

—Lo sé, créame —dijo Slim—. Mi mujer se fugó con un carnicero.

Y habГ­a elegido al hombre equivocado con una navaja que habГ­a hecho que le expulsaran el ejГ©rcito y recibiera una pena de prisiГіn condicional de tres aГ±os. Por suerte, tanto para su libertad como para el rostro de su vГ­ctima, media botella de whisky habГ­a reducido su efectividad a la de un hombre con los ojos vendados que lanza golpes en la oscuridad.

—Entiendo —añadió él—. Necesito que haga algo por mí.

—¿Qué?

Le entregГі un pequeГ±o objeto de plГЎstico.

—Él viste un cortavientos cuando… cuando lo veo. Envuelva esto en un pequeño pedazo de tela y póngalo en un bolsillo interior. Conozco ese tipo de cazadoras. Tienen muchos bolsillos en su interior. No debería darse cuenta de que está ahí.

LevantГі el objeto y le dio la vuelta.

—Es una memoria USB…

—Está diseñada para que lo parezca. En caso de que la encuentre. Es un dispositivo remoto automático del ejército.

—Pero ¿qué pasa si mira lo que tiene dentro?

—No lo hará.

Y, si lo hiciera, una carpeta de pornografГ­a preinstalada harГ­a que la tirara en la papelera mГЎs cercana si Ted tenГ­a algГєn atisbo de decencia, dejando sin detectar el diminuto micrГіfono escondido debajo de la cubierta de la USB.

—Confíe en mí —dijo Slim, mostrando autoridad—. Soy un profesional.

Emma no parecГ­a convencida, pero le lanzГі una sonrisa tГ­mida y asintiГі.

—Lo haré esta noche —dijo.




4







Al dГ­a siguiente, Slim llegГі a Cramer Cove un par de horas antes de cuando esperaba que apareciera Ted, tratando de encontrar un buen sitio para instalar su equipo de grabaciГіn. Normalmente veГ­a a Ted desde una zona de hierba no muy alejada del camino de la costa, pero esta vez subiГі un poco mГЎs arriba y eligiГі un saliente asimismo con hierba que seguГ­a teniendo vistas de la playa, pero tambiГ©n estaba escondido a la vista de cualquiera que pasara paseando. AllГ­, con un plГЎstico impermeable para evitar la lluvia, instalГі su equipo de grabaciГіn y se sentГі a esperar.

Ted llegГі poco despuГ©s de las dos. HabГ­a llovido a ratos durante todo el dГ­a y Slim frunciГі el entrecejo cuando el tiempo empeorГі, amenazando con perturbar su grabaciГіn al irse intensificando el golpeteo de la lluvia sobre la tela impermeable. Ted, que llevaba un chubasquero, se acercГі al borde de las aguas y adoptГі su postura habitual. La marea estaba ese dГ­a a mitad de la playa. Ted estaba solo: el Гєltimo paseante de perros se habГ­a ido a casa media hora antes de que llegara.

Ted se agachГі y sacГі el libro. Lo puso sobre una rodilla y luego se inclinГі para que la capucha lo protegiera de la lluvia. Entonces empezГі a leer y una voz amortiguada empezГі a sonar en los auriculares de Slim.

Por unos segundos, Slim ajustГі el control de frecuencia, seguro de que estaba recibiendo algo mГЎs que la voz de Ted. Las palabras eran un galimatГ­as, pero los gestos de Ted se ajustaban al aumento y caГ­da de la entonaciГіn, asГ­ que Slim se sentГі en la hierba a escuchar. Ted estuvo perorando varios minutos, hizo una pausa y luego volviГі a empezar. Slim fue perdiendo la atenciГіn mientras luchaba por dar sentido a las palabras. Para cuando Ted implorГі en inglГ©s: В«Por favor, dime que me perdonasВ», Slim llevaba un buen rato estudiando la suave sucesiГіn de las olas, pensando en otras cosas.

Slim se sentГі al tiempo que Ted devolvГ­a el libro al bolsillo de su abrigo. DespuГ©s de una Гєltima mirada al mar, Ted se dio la vuelta para volver al coche, con la cabeza baja. Slim empezГі a guardar su material en una bolsa. TenГ­a un hormigueo en los dedos y estaba desconcertado. SentГ­a que algo no iba bien, como si se hubiera entrometido en un acto que era privado y no debГ­a haber compartido nunca. Mientras observaba al coche de Ted salir del estacionamiento, sabГ­a que debГ­a perseguirlo, que esa noche podГ­a ser la noche en que Ted cayera en los brazos de una amante hasta entonces invisible, pero estaba paralizado, atrapado en sus propias aguas revueltas por la amenaza de lo que las palabras de Ted podrГ­an revelar.




5







Esa noche, sin haber tomado aГєn ninguna decisiГіn sobre quГ© hacer con la misteriosa grabaciГіn, Slim soГ±Гі con olas que rompГ­an y brazos de color gris azulado que salГ­an de las gГ©lidas profundidades para arrastrarlo al fondo.

Consciente de que llegaba su expulsiГіn, Slim habГ­a aprovechado todo lo que habГ­a podido del ejГ©rcito y, durante los quince aГ±os pasados, y especialmente los cinco desde que renunciГі a una serie de trabajos de camionero mal pagados y aГєn menos interesantes para establecerse como investigador privado, habГ­a hecho un buen uso de sus contactos. Al final de la maГ±ana del dГ­a siguiente, con un bol de copos de avena en la mano (aromatizados con una chorro de whisky) hizo una llamada a un viejo amigo especializado en idiomas y traducciones.

Mientras esperaba que le respondiera, volviГі de nuevo a la cama y se puso su viejo portГЎtil sobre las rodillas. Internet, rastreando un poco, empezaba a revelar respuestas.

Cramer Cove no estaba listada entre los mejores sitios turГ­sticos de Lancashire desde hacГ­a mГЎs de treinta aГ±os. SegГєn un sitio web sobre legislaciГіn local, se prohibiГі el baГ±o despuГ©s del verano de 1952, cuando la poderosa resaca se llevГі tres vidas en unas pocas semanas. Al quedar prohibida oficialmente cualquier actividad, una sentencia de muerte recayГі sobre Cramer Cove como lugar de veraneo, mientras lugareГ±os y turistas abandonaban al tiempo la pintoresca cala por las arenas mГЎs anodinas, pero mГЎs seguras de Carnwell y Morecombe. Aun asГ­, algunos valientes se habГ­an resistido, ya que habГ­a otras cuatro muertes conocidas desde principios de la dГ©cada de 1980 y, aunque las circunstancias que las rodeaban eran mГЎs misteriosas, todas se habГ­an atribuido oficialmente a ahogamientos por accidente.

A medida que se alargaba el rastro de la tragedia, Slim se iba sintiendo mГЎs reticente a profundizar en su investigaciГіn. Su experiencia activa durante la Guerra del Golfo en 1991 habГ­a destruido mucha de su curiosidad. HabГ­a un piso para el que el ascensor deberГ­a estar deshabilitado permanentemente y ya sentГ­a haberlo sobrepasado, pero ahora estaba en nГіmina de otros y su renta no se iba a pagar sola.

ComparГі fechas con edades. Ted Douglas tenГ­a cincuenta y seis aГ±os, asГ­ que en 1984 habrГ­a tenido veintitrГ©s.

Y ahГ­ estaba.

25 de octubre de 1984, Joanna Bramwell, veintiГєn aГ±os, supuestamente ahogada en Cramer Cove.

ВїEstaba Ted lamentando un amor perdido? SegГєn los detalles que Slim habГ­a pedido a Emma Douglas, se conocieron y casaron en 1989. Para entonces, Joanna Bramwell ya llevaba muerta cinco aГ±os.

A Slim le gustГі que no hubiera ninguna aventura. Era algo mucho mГЎs normal, algo anticlimГЎtico en muchos sentidos.

Internet se limitaba a dar un nombre y una causa de muerte, asГ­ que Slim dio vida a su viejo Honda Jazz en una gГ©lida maГ±ana y condujo hasta la biblioteca de Carnwell para hurgar en los archivos microfilmados del periГіdico.

Las tres vГ­ctimas posteriores a Joanna eran una adolescente, una niГ±a y una seГ±ora mayor. Cuando Slim llegГі a la pГЎgina que deberГ­a haber mostrado un artГ­culo acerca de la muerte de Joanna, encontrГі la pГЎgina arruinada, como si estuviera daГ±ada por agua, con las palabras pegadas unas a otras, ilegible.

El bibliotecario al cargo dijo que no habГ­a otra copia, a pesar de las protestas de Slim. Su pregunta sobre la causa del daГ±o recibiГі un encogimiento de hombros como respuesta.

—¿Está buscando un artículo sobre una chica muerta? —preguntó el bibliotecario, un hombre más de treinta años, con especto de novelista frustrado, con un jersey de cuello alto, una bufanda de adorno y gafas metálicas—. Tal vez alguien no quiere usted lo lea.

—No, tal vez no —dijo Slim.

El joven bibliotecario guiГ±Гі un ojo, como si fuera una especie de juego.

—¿O tal vez la persona a quien usted está buscando descubrir preferiría que siguieran sin molestarla?

Slim mostrГі una sonrisa forzada y lo que consideraba la risita esperada, pero, cuando saliГі de la biblioteca, todo era frustraciГіn. ParecГ­a que Joanna Bramwell realmente querГ­a que siguieran sin molestarla.




6







El ejГ©rcito, con toda su rigidez y sus normas, habГ­a enseГ±ado habilidades a Slim y le habГ­a hecho un maestro de multitud de disfraces que podГ­a asumir a voluntad. Armado con un sujetapapeles, un cuaderno en blanco y un bolГ­grafo tomado prestado indefinidamente de la oficina local de correos, estuvo varias horas paseando y bebiendo, simulando ser un investigador para un documental de historia local, llamando a una puerta tras otra, haciendo preguntas solo a aquellos lo suficientemente mayores como para poder saber algo y diciendo tonterГ­as para desviar la atenciГіn de aquellos demasiado jГіvenes que no.

Nueve calles y ningГєn indicio importante despuГ©s, volviГі a su piso, bebido y agotado, y encontrГі en el telГ©fono fijo una llamada perdida de Kay Skelton, su amigo traductor del ejГ©rcito, que ahora trabajaba como lingГјista forense.

Le llamГі.

—Es latín —dijo Kay—. Pero incluso más arcaico de lo habitual. El tipo de latín que normalmente no conoce ni siquiera la gente que habla latín.

Slim tuvo la sensaciГіn de que Kay estaba simplificando un concepto complicado que podrГ­a no entender, pero este continuГі explicando que las palabras eran una llamada a un muerto, un lamento por un amor perdido. Ted imploraba un recuerdo, una resurrecciГіn, una vuelta.

Kay habГ­a escaneado la transcripciГіn en lГ­nea y habГ­a encontrado una cita directa en una publicaciГіn de 1935 titulada Pensamientos sobre la muerte.

—Es probable que tu objetivo encontrara el libro en una tienda de objetos usados —afirmó Kay—. Ha estado descatalogado durante cincuenta años. ¿Quién quiere algo así?

Slim no tenГ­a una respuesta, porque, francamente, no lo sabГ­a.




7







Otra semana de investigaciГіn simulada llevГі a Slim a otra pista. Tras mencionar el nombre de Joanna, apareciГі una sonrisa en la cara de una vieja dama que se presentГі como Diane Collins, una donnadie local. AsintiГі con el tipo de entusiasmo de alguien que no ha tenido una visita desde hace mucho tiempo y luego invitГі a Slim a sentarse en un luminoso cuarto de estar con ventanas que daban a un cГ©sped cortado como una manicura y que descendГ­a hacia un lГ­mpido estanque oval. Lo Гєnico que habГ­a fuera de lugar era una zarza que se abrГ­a paso al fondo del jardГ­n. Slim, cuyos conocimientos de jardinerГ­a se limitaban a eliminar de vez en cuando las malas hierbas en las escaleras de delante de su casa, se preguntГі si no serГ­a en realidad un rosal sin flores.

—Fui la maestra de Joanna —indicó la vieja dama, con sus manos rodeando una taza de té flojo, que tenía la costumbre de dar vueltas entre sus dedos, como si tratara de mantener a raya su artritis—. Su muerte afectó a todos en la comunidad. Fue tan inesperada y era una chica tan encantadora. Tan brillante, tan guapa, quiero decir, había algunos alumnos verdaderamente terribles en esa clase, pero Joanna, siempre se comportaba muy bien.

Slim escuchГі con paciencia mientras Diane empezada un largo monГіlogo acerca de los mГ©ritos de la niГ±a que habГ­a muerto hacГ­a tanto tiempo. Cuando estuvo seguro de que ella no miraba, sacГі una petaca de su bolsillo y puso un poco de whisky en su tГ©.

—¿Qué pasó el día que se ahogó? —preguntó Slim cuando Diane empezó a divagar con historias de sus años de maestra—. ¿No conocía las resacas de Cramer Cove? Quiero decir, Joanna no fue la primera en morir allí. Ni la última.

—Nadie sabe lo que pasó en realidad, pero alguien que paseaba el perro encontró su cuerpo a primera hora de la mañana en la línea de marea alta. Por supuesto, ya era demasiado tarde.

—¿Para salvarla? Bueno…

—Para su boda.

Slim se sentГі.

—¿Puede repetir eso?

—Desapareció la noche anterior a su gran día. Yo estaba allí, entre los invitados mientras la esperábamos. Por supuesto, todos pensamos que le había plantado.

—¿Ted?

La anciana frunciГі el ceГ±o.

—¿Quién?

—¿Su novio? ¿Se llamaba…?

SacudiГі la cabeza, rechazando la sugerencia de Slim, agitando su mano llena de manchas.

—Ahora no lo recuerdo. Pero recuerdo su cara. La foto estaba en el periódico, Nunca deberían haber fotografiado a un hombre con un corazón roto como ese. Aunque debo decir que había rumores…

—¿Qué rumores?

—De que él la tiró al mar. La familia de ella tenía dinero, la de él no.

—¿Pero antes de la boda?

—Por eso no tenía sentido. Hay maneras más fáciles de eliminar a alguien, ¿no?

La manera en que Diane le miraba hizo que Slim sintiera como si estuviera mirando dentro de su alma. В«Nunca matГ© a nadieВ», querГ­a decirle. В«Puede que lo intentara una vez, pero nunca lo hiceВ».

—¿Hubo alguna investigación?

Diane se encogiГі de hombros.

—Por supuesto que la hubo, pero poca cosa. Eran principios de los ochenta. En aquellos tiempos, muchos delitos quedaban sin resolver. No teníamos todas esas cosas forenses y pruebas de ADN que ahora se ven por televisión. Se hicieron algunas preguntas (recuerdo que a mí me interrogaron), pero, sin evidencias, ¿qué podían hacer? Se consideró un accidente lamentable. Por alguna absurda razón se fue a nadar la noche anterior a la boda, dejó de hacer pie y se ahogó.

—¿Qué pasó con su novio?

—Lo último que oí fue que se mudó.

—¿Y las familias?

—Oí que la de él se fue al extranjero. La de ella se mudó al sur. Joanna era hija única. Su madre murió joven, pero su padre murió el año pasado. Cáncer —Diane suspiró como si esto fuera la culminación de la tragedia.

—¿Sabe de alguien más con quien pueda hablar?

Diane se encogiГі de hombros.

—Podría haber por aquí antiguos amigos. No lo sé. Pero tenga cuidado. No se habla de ello.

—¿Por qué no?

La anciana dejГі el tГ© sobre el cristal de una mesa de cafГ© con mariposas tropicales debajo de su superficie.

— Carnwell solía ser mucho más pequeño que hoy —dijo—. Hoy se ha convertido en una especie de pueblo dormitorio. Hoy puedes entrar en las tiendas sin ver ni una sola cara familiar. No solía ser así. Todos conocían a todos y, como toda comunidad muy unida, teníamos un bagaje, cosas que preferíamos que se mantuvieran en secreto.

—¿Qué podía haber de malo?

La vieja dama se girГі para mirar por la ventana y, de perfil, Slim pudo ver que le temblaban los labios.

—Hay quienes creen que Joanna Bramwell sigue con nosotros. Que… nos sigue persiguiendo.

Slim deseГі haber puesto mГЎs whisky en su tГ©.

—No entiendo —dijo, forzando una sonrisa que no sentía—. ¿Un fantasma?

—¿Se burla de mí, caballero? Tal vez sea el momento de que…

Slim se levantГі antes de que lo hiciera ella, levantando las manos.

—Lo siento, señora. Es que todo esto me suena a algo inusual.

La mujer mirГі fijamente por la ventana y murmurГі algo en voz baja.

—Lo siento, no la he entendido.

La mirada en sus ojos le hizo estremecerse.

—He dicho que no diría eso si la hubiera visto.

Como si se le hubieran agotado las pilas por fin, Diane ya no dirГ­a nada mГЎs de interГ©s. Slim asintiГі mientras ella le acompaГ±aba a la puerta de entrada, pero en lo Гєnico en que podГ­a pensar era en la mirada en los ojos de Diane y en cГіmo le habГ­a hecho querer mirar por encima de su hombro.




8







Tirado encima de un plato de pizza recalentada, Slim reflexionaba sobre lo que tenГ­a de contar a Emma.

—Creo que mi marido tiene una aventura —había empezado la primera llamada telefónica grabada de Emma al móvil de Slim—. Señor Hardy, ¿puede devolverme la llamada?

Las aventuras eran fГЎciles de demostrar o negar con un poco de seguimiento y unas pocas fotografГ­as. Eran pan comido para los investigadores privados, el tipo de ganancia fГЎcil que pagaba las hipotecas. Ya habГ­a hecho esos trabajos. Ted estaba limpio, salvo que tuviera una aventura con el fantasma de una chica ahogada.

Emma habГ­a ofrecido pagar cuando tuviera informaciГіn y la cuenta de Slim se estaba agotando. ВїPero cГіmo podrГ­a explicar el ritual de Ted cada viernes por la tarde?

AcordГі una cita con Kay en un cafГ© local.

—Es un ritual antiguo —le contó Kay—. Apela a un espíritu errante para que vuelva al lugar al que llama hogar. He comparado parte del texto con el manuscrito que he encontrado en un archivo en línea, pero ha cambiado otra parte. Es difícil, la gramática es un poco incierta. Creo que la escribió tu mismo objetivo.

—¿Y qué dice?

—Pide que le dé una segunda oportunidad.

—¿Estás seguro?

—Bastante seguro. Pero el tono… el tono es bajo. Podría ser un error de traducción, pero… de la manera en que lo dice, es como si fuera a ocurrir algo malo si ella no vuelve.

Kay aceptГі traducir tambiГ©n el ritual de la siguiente semana, para ver si habГ­a alguna variaciГіn, lamentГЎndolo, dijo que tendrГ­a que recibir algo por su tiempo.

Slim tenГ­a que decir algo a Emma. Los gastos, tanto reales como potenciales, se estaban acumulando. Pero antes tratarГ­a de tirar de otro de sus hilos de viejos compaГ±eros de armas para ver si podГ­a profundizar un poco mГЎs en el trasfondo.

Ben Orland habГ­a trabajado en la policГ­a militar antes de asumir un puesto de superintendente en Londres. Aunque su tono era lo suficientemente frГ­o como para recordar a Slim la desgracia que habГ­a traГ­do a su divisiГіn, Ben sГ­ se ofreciГі a llamar en nombre de Slim a un viejo amigo, el jefe de la policГ­a local de Carnwell.

Sin embargo, el jefe de policГ­a no devolvГ­a llamadas a investigadores privados basados en Internet.

Slim decidiГі reunir toda la informaciГіn que tenГ­a hasta entonces para pasГЎrsela a Emma y dejarlo asГ­. DespuГ©s de todo, habГ­a cumplido con su encargo original y, si se permitГ­a profundizar mucho mГЎs, serГ­a usando su propio tiempo y a su propia costa.

Antes pasГі por Cramer Cove para darse un paseo, preguntГЎndose si los salvajes promontorios podГ­an inspirarle.

Era viernes y la playa estaba desierta. Con la ventosa carretera de aproximaciГіn, llena de baches y en algunas partes tan estropeada que no era mГЎs que un camino de tierra sobre piedras, no era sorprendente que Cramer Cove fuera impopular. Pero en lo alto de la playa encontrГі unos cimientos que sugerГ­an que habГ­a disfrutado de mucha mayor popularidad en tiempos pasados.

En la planicie sobre la playa, Slim encontrГі piezas de madera tiradas sobre la maleza, con restos de pinturas de llamativos colores todavГ­a visibles. CerrГі los ojos y se dio la vuelta, respirando el aroma del mar e imaginando una playa llena de turistas, sentados sobre toallas, comiendo helados, jugando con pelotas sobre la arena.

Cuando abriГі los ojos, habГ­a algo de pie cerca del distante borde del agua.

Slim entornГі los ojos, pero sus ojos ya no eran los mismos que antes. PalmeГі el bolsillo de su chaqueta, pero se habГ­a dejado los binoculares en el coche.

Aquello seguГ­a allГ­, un revoltijo de grises y negros con forma humana. El agua relucГ­a sobre su ropa y en las largas tiras de cabello enredado.

Mientras Slim miraba, se fundiГі hacia atrГЎs en el mar y desapareciГі.

Se quedГі mirando fijamente durante mucho tiempo y, a medida que pasaban los minutos, empezГі a dudar si habГ­a visto realmente algo. Tal vez solo una sombra de una nube que pasaba sobre la playa. O incluso algo no humano en absoluto, una de las focas grises que vivГ­an en esta parte de la costa.

TratГі de recordar cuГЎnto habГ­a bebido ese dГ­a. HabГ­an sido el trago habitual de su cafГ© matinal, un vaso (Вїo dos?) en la comida y Вїtal vez uno antes de salir?

PodrГ­a ser el momento de contenerse. Estaba jugando a la ruleta rusa cada vez que se subГ­a al automГіvil, pero llevaba tanto tiempo reprimiendo la culpabilidad y vergГјenza de su propia existencia que apenas lo advertГ­a ya.

Estaba contando los posibles tragos con los dedos cuando se dio cuenta de que no habГ­a todavГ­a bajamar. Si algo hubiera estado ahГ­, habrГ­a rastros visibles en la arena mojada.

Slim saltГі una oxidada barrera de metal y se apresurГі a llegar a la parte pedregosa y pasar a la llanura arenosa. Mucho antes de llegar al borde del agua supo que su bГєsqueda era inГєtil. La arena estaba plana, mostrando solo las ligeras ondulaciones que dejaba el agua que retrocedГ­a.

Para cuando volviГі a su coche, se habГ­a convencido de que la figura que habГ­a visto desde el promontorio era el producto de su imaginaciГіn

DespuГ©s de todo, ВїquГ© otra cosa podГ­a ser?




9







El viernes siguiente, Ted repitiГі su ritual de costumbre. Slim habГ­a considerado hablar con Emma por la maГ±ana y luego llevarla con Г©l para demostrar su historia, pero despuГ©s de una noche llena de pesadillas de demonios del mar y olas que rompГ­an, se lo pensГі mejor. Viendo a Ted desde el mismo promontorio de hierba desde el que lo habГ­a visto las Гєltimas semanas, se sentГ­a extraГ±amente inГєtil, como si hubiera estado corriendo hasta una pared de ladrillos y no le quedara otro sitio a donde ir.

Tras volver a bajar a la playa despuГ©s de que Ted se fuera, dio una patada a los restos rosas desgastados de una pala de plГЎstico y decidiГі que ya era el momento de profundizar mГЎs.

Imaginaba que el sГЎbado y el domingo eran los dГ­as en que mГЎs gente estarГ­a en casa, asГ­ que peinГі las calles, llamando a las puertas y haciendo preguntas con su nuevo disfraz de falso documentalista. Poca gente le prestГі atenciГіn y para cuando entrГі en uno de los tres pubs de Carnwell para reunir lo que habГ­a recabado hasta entonces, dudГі que de todos modos estuviera en un estado como para avanzar mucho.

Iba tambaleГЎndose por la Гєltima calle del lГ­mite del norte del pueblo cuando sonГі brevemente una sirena para avisar de que habГ­a un coche de policГ­a detrГЎs de Г©l.

Slim se detuvo y se dio la vuelta, apoyГЎndose en una farola para recuperar el control. Un agente de policГ­a bajo la ventanilla e indicГі con la mano a Slim que subiera.

Con poco mГЎs de cincuenta aГ±os, el hombre sacaba diez a Slim, pero parecГ­a en forma y saludable, el tipo de hombres que toma muesli y zumo de naranja para desayunar y sale a correr a la hora de comer. Slim recordГі con cariГ±o los dГ­as en que habГ­a visto en el espejo un hombre asГ­ que le miraba, pero habГ­an pasado un par de aГ±os desde que habГ­a tirado y roto el Гєnico espejo de su piso y nunca se dedicГі a pensar en la mala suerte que habГ­a generado.

El policГ­a sonriГі.

—¿Qué está pasando? Llevo hoy tres llamadas. El doble de la media semanal. ¿Qué casa está pensando robar?

Slim suspirГі.

—Supongo que, si tuviera que elegir, iría a esa verde de Billing Street. ¿Era el número seis? ¿El marido trabajando y dos Mercury al lado? Se puede decir por el sonido del aire acondicionado que la casa contiene un tesoro. Quiero decir, ¿quién tiene aire acondicionado en el noroeste de Inglaterra? Ya estaría allí si no quisiera arriesgarme a que la alarma que hay justo detrás de la puerta tenga una conexión directa con la policía.

—Sí que la tiene. Terry Easton es un abogado local.

—Sanguijuelas.

—Tiene razón. Así que déjeme adivinar, ¿señor…?

— John Hardy. Llámeme Slim. Todo el mundo lo hace.

—¿Slim?

—No pregunte. Es una larga historia.

—Sería lo normal. Así que, Mr. Hardy, adivino que no está realmente interesado en mitos y leyendas locales. ¿Quién es usted, un policía camuflado de Scotland Yard?

—Ya me gustaría. Inteligencia militar, despedido. Ataqué a un hombre que en realidad no se estaba tirando a mi mujer. Cumplí mi condena, salí una serie de habilidades previas y un problema con la bebida esperando a desarrollarse.

—¿Y ahora?

—Investigador privado. Trabajo sobre todo en los alrededores de Manchester. El hambre me ha traído tan al norte —Palmeó su barriga—. Que no le engañe. Solo es cerveza y agua.

Como si no estuviera seguro dГіnde se encontraba Slim entre la verdad y el humor, el hombre intentГі una sonrisa.

—Bueno, Mr. Hardy, mi nombre es Arthur Davis. Soy el inspector jefe de nuestra pequeña policía local aquí en Carnwell, aunque el tamaño de nuestra fuerza apenas se merece el título. Creo que usted trató contactarme acerca de un caso abierto. ¿Joanna Bramwell?

—¿Habitualmente responde así a las llamadas?

Arthur se rio con una voz de barГ­tono que hizo que a Slim le zumbaran los oГ­dos.

—Volvía a casa. Aunque voy a ser atento con usted. ¿Quiere contarme ahora de qué va todo esto? Ben Orland es un viejo amigo y esa es la única razón por la que me permito considerar siquiera hablar con usted. Hay casos abiertos y luego está el caso de Joanna Bramwell. Es uno que esta comunidad siempre ha preferido mantener enterrado.

—¿Por alguna razón concreta?

—¿De verdad quiere saberlo?

Sin pedirlo, Arthur se metió en un drive-through de McDonald’s y pasó a Slim un vaso caliente de café negro.

—Tres de azúcar —dijo Arthur, rasgando una bolsa— ¿Usted?

Slim le respondiГі con una sonrisa cansada.

—Echaría un chorrito de Bell’s si lo tuviera a mano —dijo—. Pero me lo tomaré tal cual. Fuerte funciona mejor.

Arthur se detuvo en una plaza de estacionamiento libre y apagГі el motor. A la luz de la farola mГЎs cercana, la cara del jefe de policГ­a era como la superficie de la luna: una serie de crГЎteres oscuros.

—Le voy a decir directamente que debería dejar tranquilo el caso —dijo Arthur, sorbiendo su café y mirando directamente adelante a las vías que los separaban de una rotonda de una circunvalación—. El caso de Joanna Bramwell acabó con uno de los mejores policías que hay tenido Carnwell. Mick Temple fue mi primer mentor. Llevó ese caso, pero se retiró inmediatamente después, con solo cincuenta y tres años. Se ahorcó un año después.

Slim frunciГі el ceГ±o.

—¿Todo por una joven muerta en la playa?

—Usted es un militar —dijo Arthur. Slim asintió—. Adivino que ha visto cosas de las que no quiere hablar mucho. Salvo que estuviera bebido, en cuyo caso no hablaría de otra cosa.

Slim mirГі los faros de los automГіviles que pasaban por la circunvalaciГіn.

—Una explosión —murmuró—. Un par de botas y un sombrero tirado en tierra. Todo lo demás… desaparecido.

Arthur se quedГі en silencio durante unos segundos como si digiriera esta informaciГіn y mostrando un momento de respeto cortГ©s. Slim no habГ­a hablado de su antiguo lГ­der de pelotГіn en veinte aГ±os. Bill Allen no habГ­a desaparecido completamente, por supuesto. Encontraron sus restos despuГ©s.

—Mick siempre decía que ella volvería —dijo Arthur—. La encontraron tendida en la zona de alta de la playa, como si la hubiera llevado una gran ola. Usted ha estado en Cramer Cove, supongo. Estaba treinta metros por encima de la línea de marea de la primavera. No hay forma de que Joanna hubiera llegado hasta allí si no la hubiera arrastrado alguien.

—O que se hubiera arrastrado ella misma hasta ahí.

Arthur levantГі una mano como si quisiera quitarse la idea de su cabeza.

—El informe oficial decía que los dos paseantes de perros que la encontraron debieron moverla, para alejarla de la marea, pero ambos eran residentes locales. Tendrían que saber que la marea estaba bajando.

—¿Pero estaba muerta?

—Lo suficiente. Informe forense y todo eso. Oficialmente, se ahogó. La llevaron a la morgue y luego la enterraron.

—¿Y eso es todo? ¿Ninguna investigación?

—No teníamos nada. Ninguna indicación de que fuera otra cosa que un accidente. Sin testigos, nada circunstancial. Fue un accidente, eso fue todo.

Slim sonriГі.

—¿Por qué lo llamó entonces un caso abierto? Eso equivale a una investigación de asesinato sin resolver, ¿no?

Arthur tamborileГі con los dedos sobre el salpicadero.

—Me ha pillado. Todos lo han olvidado, salvo los pocos que recordamos a Mick.

—¿Qué más sabe?

Arthur se girГі, mirando a la cara a Slim.

—Creo que ya le he contado bastante. ¿Qué tal si usted me dice qué está haciendo al peinar las calles de Carnwell en busca de información?

Slim pensГі en contar una mentira al jefe de policГ­a. DespuГ©s de todo, si abrГ­a un melГіn y la policГ­a se veГ­a implicada, probablemente no iba a cobrar. Al final dijo:

—Tengo un cliente que está obsesionado con Joanna. Estoy tratando de averiguar por qué.

—¿Qué tipo de obsesión?

—Bueno, una oculta.

—¿Es usted uno de esos cazafantasmas chalados?

—No lo era hasta hace una o dos semanas.

Arthur gruГ±Гі.

—Bueno, este debería ser un buen lugar para empezar. ¿Ha oído hablar de Becca Lees?

Slim frunció el ceño, repasando en su memoria. El nombre había aparecido en algún sitio…

—La segunda víctima —dijo Arthur—. Cinco años después de la primera. 1992. Hubo una tercera en 2000, pero ya llegaremos a eso.

—¿Debería anotar esto?

En la penumbra, el gesto de Arthur podrГ­a haber sido de asentimiento o de indiferencia.

—No voy a hablar con usted ahora mismo —dijo—. Ya lo descubrirá.

—¿Pero sería bueno para usted que el caso abierto de Joanna Bramwell se… cerrara un poco?

—Mick era un buen amigo —dijo Arthur.

Slim tuvo la impresiГіn de que habГ­a terminado.

—¿Qué tiene para mí?

— Becca Lees tenía nueve años —continuó Arthur—. La encontraron en los charcos de la playa del lado sur con la marea baja.

—Ahogada —dijo Slim, recordando que había leído la historia—. Muerte accidental.

—Ni una señal sobre ella —añadió Arthur—. Yo iba en el primer coche que llegó al lugar. Yo… —Slim oyó un sonido similar a un sollozo contenido—… yo la di la vuelta.

—He oído muchas cosas acerca de esas resacas marinas—dijo Slim.

—Era octubre —dijo Arthur—. Aproximadamente esta época del año. Una semana de vacaciones, pero había habido una tormenta y la playa estaba cubierta de desechos. La pequeña Becca, según su madre, había ido a recoger madera para un trabajo de arte en la escuela.

Slim suspirГі.

—Recuerdo haber hecho una vez lo mismo. Y decidió darse un baño rápido y fue arrastrada.

—Su madre la dejó camino de Carnwell. Volvió una hora después para recogerla y ya era demasiado tarde.

—¿Cree que la asesinaron?

Arthur golpeГі el salpicadero con una ferocidad que hizo que Slim se estremeciera.

—Mierda, sé que la asesinaron. Pero ¿qué podía hacer? No asesinas a alguien en una playa si no hay ya bajamar. ¿Sabe por qué?

Slim sacudiГі la cabeza.

—Dejas rastros. ¿Ha tratado alguna vez de eliminar rastros dejados en la arena? Imposible. Pero solo había uno. Eso era todo. Hacia el borde del agua, había un pequeño espacio en el que la marea había bajado. La niña había sido arrastrada por el agua y arrojada sobre las rocas, quedando abandonada cuando el agua se retiró.

—Parece un ahogamiento. Se acercó demasiado, la absorbió y la arrastró por la playa.

—Eso parece. Salvo que Becca Lees no sabía nadar. Ni siquiera le gustaba la playa. No llevaba ningún bañador. Cuando llegamos, había un zigzagueo en la arena donde estaba recogiendo cosas. Luego desde aproximadamente la mitad de camino hasta la marca de bajamar hay una única línea recta hasta el borde del agua, que acababa con dos marcas en la arena, mirando al mar. ¿Qué le sugiere esto?

Slim dejГі escapar un profundo suspiro.

—Que, o bien una niña a la que no le gusta el agua sintió una urgencia repentina por andar directamente a la orilla… o vio alago que atrajo su atención.

Arthur asintiГі.

—Algo que salía del agua.

Slim pensГі en la figura que habГ­a pensado haber visto junto a la orilla. ВїHabГ­a visto Becca Lees algo similar? ВїAlgo que le habrГ­a impulsado a dejar de recoger madera y dirigirse directamente al borde del agua?

ВїAlgo que la atrajo a su muerte?

—Hay algo más —dijo Arthur—. El forense lo apreció, pero no bastaba para negar una muerte accidental. Los músculos de detrás de los hombros y el cuello mostraban una rigidez antinatural, como si se hubieran tensado inmediatamente después de su muerte.

—¡Qué pudo haber pasado?

—Hablé con el forense y se lo conté al superintendente como justificación para prolongar la investigación, pero no había más evidencias. Lo que podía probar era que Becca estaba tratando de resistir una gran presión en el momento de su muerte.

Slim asintiГі. Se frotГі los ojos esperando que se desvaneciera una desagradable imagen de su mente.

—Alguien la empujaba hacia el fondo del agua.

Intercambiaron sus nГєmeros de telГ©fono antes de que Arthur dejara a Slim cerca de su casa con la promesa de revisar todo lo que pudiera encontrar en los ficheros de los casos. HabГ­a mГЎs que contar, pero con una mujer y una cena esperГЎndolo tendrГ­a que aplazarse para otro momento.

Slim, con la cabeza exhausta despuГ©s de un dГ­a agotador, solo habГ­a llegado a una conclusiГіn concreta: tenГ­a que hablar con Emma acerca de Ted.




10







QuedГі con Emma en un parque forestal a unos tres kilГіmetros del pueblo. Ella habГ­a elegido el sitio considerando que allГ­ era menos probable que los vieran, de forma que podГ­an ocuparse de sus asuntos sin que lo supiera Ted. Mientras la esperaba, a Slim le acosaba la sensaciГіn de que eran una pareja de amantes en secreto y la soledad que iba con Г©l a todas partes disfrutГі de la analogГ­a mucho mГЎs de lo que creГ­a apropiado. Cuando se acercГі Emma, caminando enГ©rgicamente y con la cabeza baja, Slim metiГі sus manos en los mГЎs hondo de los bolsillos de su abrigo, no fuera que pudieran traicionarlo de alguna manera.

Emma fue al grano.

—Han pasado casi dos meses —dijo—. ¿Tiene ya algo que decirme?

Ni siquiera un saludo formal. Y el analista que habitaba en Slim hubiera querido contestar que habГ­an sido siete semanas y cuatro dГ­as.

—Señora Douglas, por favor, siéntese. Sí, tengo alguna información, pero también necesito alguna.

—Oh, de acuerdo, Mr. Hardy, todavía está contratado, pero aún está descubriendo cosas, ¿es eso?

Slim estuvo a punto de mencionar que todavГ­a no habГ­a recibido ni un penique. Por el contrario, dijo:

—Mi conclusión es que su marido no está teniendo ninguna aventura… —El alivio en el rostro de Emma se vio algo atemperado por la última palabra de Slim—… todavía.

—¿De qué está hablando?

—Creo que, hasta ahora, su marido está tratando de contactar con una antigua novia o amante. No estoy seguro de para qué, pero se puede pensar en lo obvio. Sin embargo, tengo que repasar el pasado de su marido una vez más para averiguar qué tipo de relación tiene o quiere tener Ted con la persona con la que intenta contactar.

Slim se regaГ±Гі a sГ­ mismo por mostrar las especulaciones como hechos, pero necesitaba que Emma aflojara la lengua.

—Qué capullo. Sabía que nunca debimos volver aquí. Todos se acuestan unos con otros en estos horribles pueblecitos endogámicos.

Slim hubiera querido seГ±alar que, si Carnwell estaba en medio de una orgГ­a masiva, lo habГ­an dejado lamentablemente a un lado, pero en su lugar tratГі de fingir una mirada de simpatГ­a en sus ojos.

—Hace tres años, me dijo usted, ¿verdad? Desde que volvieron aquí.

—Dos —dijo Emma, corrigiendo el error deliberado de Slim. Inspiró profundamente, preparando un montón de información que Slim esperaba que contuviera algo que necesitaba. Siempre es mejor que un cliente te cuente algo antes de que le preguntes. Hace que la lengua, a menudo una bestia recelosa, se convierta en un compañero dispuesto.

—Le habían ofrecido un trabajo, o eso dijo. Yo estaba encantada en Leeds. Tenía mi trabajo a tiempo parcial, amigos, mis clubes. No sé por qué quería volver. Quiero decir, sus padres murieron hace mucho y su hermana vive en Londres (y tampoco la llama nunca), así que no tiene ninguna relación con esto. Quiero decir, hemos estado casados veintitrés años y solo habíamos pasado por aquí unas pocas veces para hacer algo más interesante. Bueno, sí, hubo una vez que paramos para comprar unas patatas, pero no valían nada: demasiado secas…

—Y su marido, ¿trabaja en banca?

—Ya se lo he dicho. Inversión. Pasa todo el tiempo enfrascado con el dinero de otros. Quiero decir, es una existencia desalmada, ¿no? Pero no siempre podemos ganar dinero haciendo lo que queremos en la vida, ¿no, Mr. Hardy?

—Es verdad.

—Quiero decir, si pudiera, me pagarían por beber oporto a la hora de comer.

Slim sonrГ­o. Tal vez habГ­a encontrado despuГ©s de todo un alma gemela. Emma Douglas era diez aГ±os mayor que Г©l como mГ­nimo, pero se habГ­a cuidado de una manera poco habitual en mujeres miembros de gimnasios en Navidad y con mucho tiempo libre. Se dio cuenta de que, a fin de cerrar el caso, con un trago o dos dentro, harГ­a lo que fuera necesario si eso significaba desatarle la lengua.

Y a la mierda la Г©tica.

—Y el historial de su marido… ¿Siempre ha trabajado en finanzas?

Emma resoplГі.

—Dios mío, no. Probó suerte de muchas maneras, eso creo, después de graduarse. Pero no hay mucho dinero en tonterías como la poesía, ¿no?

Slim alzГі una ceja.

—¿Su marido era poeta?

Emma agitГі una mano con desdГ©n.

—Oh, estaba en ello. Estudió inglés clásico. Ya sabe, ¿Shakespeare?

Slim se permitiГі no ofenderse.

—Conozco algunas de sus obras —dijo, ocultando una sonrisa.

—Sí, a Ted le encantaban esas cosas. A finales de los setenta era un verdadero hippy. Lo intentó con la poesía en directo, actuaciones, ese tipo de cosas. Se graduó con veintiocho años y trabajó por un tiempo como profesor sustituto de inglés. Pero eso no pagaba las facturas, ¿no? Cuando eres joven, está bien estar en eso, pero no es algo que puedas mantener a largo plazo. Un amigo le consiguió en trabajo en un banco poco después de casarnos y creo que encontró los ingresos bastante adictivos, como es natural.

Slim asintiГі lentamente. Estaba dando forma tanto a una imagen de Emma como a la de Ted. El romГЎntico reprimido, encajado en una vida basada en el dinero, con una esposa trofeo materialista pegada del brazo, aГ±orando los viejos tiempos de poesГ­a, libertad y tal vez playas y antiguas amantes.

—¿Habla Ted a menudo de los viejos tiempos? Quiero decir, de antes de que se casaran.

Emma se encogiГі de hombros.

—A veces solía hacerlo. Quiero decir, nunca quise oírle hablar de antiguas amantes o algo parecido, pero hablaba de vez en cuanto acerca de su infancia. Menos a medida que pasaban los años. Quiero decir, ningún matrimonio se mantiene igual, ¿no? La gente no habla como antes. ¿No lo ve así?

—¿Yo?

—Me dijo que estuvo casado, ¿no?

A veces, presentarse como una vГ­ctima hacГ­a que la gente se abriera y necesitaba que Emma sintiera un cierto compaГ±erismo antes de plantear las complicadas preguntas siguientes.

—Nueve años —dijo—. Nos conocimos cuando tuve un permiso después de la Primera Guerra del Golfo. Estuve en cuarteles durante la mayor parte de nuestro matrimonio. Charlotte vino conmigo al primer par de bases, cuando estaba en Alemania. Pero no quiso ir a Egipto, ni después a Yemen. Prefirió quedarse en Inglaterra y «cuidar de la casa», como decía.

Emma puso una mano sobre la rodilla de Slim.

—¿Pero lo que hacía realmente era apoderarse de vuestro dinero y llevarse a otros hombres a vuestra cama?

Si hubiera podido elegir las palabras, Slim, que veГ­a menos telenovelas de las que estaba claro que Emma veГ­a, lo hubiera expresado de otra forma, pero no era del todo mentira.

—Fue algo así —dijo—. Estaba bastante contenta hasta que una herida leve cuando perseguíamos a piratas en el Golfo Pérsico hizo que me transfirieran a inteligencia militar de vuelta a Reino Unido. Entonces podía ir a casa los fines de semana. Solo tardó una semana en irse.

—¿Con el carnicero?

Slim sonriГі.

—¿Se lo he contado? Sí, con el carnicero. Mr. Staples. Nunca conocí su nombre. No lo supe hasta después. Había estado tonteando con un colega que dijo que se mudaba a Sheffield. Sumé dos y dos y me engañaron.

—Pobre —Emma palmeó su rodilla y la apretó un poco. Slim trató de ignorarlo.

—Las cosas son como son. No echo de menos el ejército en absoluto. La vida es mucho más interesante como investigador privado, sobreviviendo hasta que cobras.

—Bueno, me parece bien —dijo Emma, sin percibir la fuerte dosis de sarcasmo de Slim.

—Las cosas empeoraron —continuó Slim, en busca del golpe definitivo que los uniría para siempre como compañeros de penurias—. Hizo algunas maniobras legales mientras yo estaba de servicio. Pidió el divorcio y descubrí que la casa que yo estaba pagando se había puesto solo a su nombre. Reclamó que era propiedad suya desde antes de nuestro matrimonio. Hubo alguien que modificó unas pocas fechas de documentos legales y perdí todo. Oh, y estaba embarazada, lo que le hacía que fueran más indulgentes con ella. Esto después de abortar nuestro primer hijo mientras yo estaba de servicio, porque no quería que el niño creciera sin un padre.

—¿El segundo bebé era de usted?

Slim rio.

—Demonios, no. No habíamos estado juntos en años. Supongo que era del carnicero, como el resto de mi vida en aquel entonces.

—¡Es terrible! —Emma le estaba acariciando el muslo, pero Slim, con sus manos aún en el fondo de sus bolsillos, lo ignoró. Por el contrario, se encogió de hombros.

—Cosas que pasan —dijo.

—Debió ser devastador.

Slim cerrГі sus ojos un momento, recordando un par de botas sobre la arena.

—He visto cosas peores —dijo.

Emma guardГі silencio durante un momento, frunciendo el ceГ±o mientras miraba fijamente al camino, con su mano que seguГ­a subiendo y bajando por el muslo de Slim, como si tratara de calentarla para quitarse el frГ­o.

—¿Puede hacerle una pregunta personal? —dijo Slim.

—¿Cómo de personal?

—¿Esta sería la primera aventura de Ted?

Emma apartГі la mano y pareciГі sorprenderse.

—Um, bueno, eso creo. Quiero decir, no estoy segura, pero siempre ha sido un buen marido.

—¿Y usted?

—¿Qué?

—Siento preguntarle esto, señora Douglas, pero ¿ha sido una buena esposa?

Emma se apartГі de Г©l. El espacio libre entre ellos en el banco miraba a Slim como un niГ±o con los ojos muy abiertos.

—¿Y eso que tiene que ver? —Emma se levantó y se alejó—. Mire, Mr. Hardy, creo que es el momento de que termine nuestro contrato. No me ha dado nada de valor y ahora me hace preguntas como esa. No soy una esposa sola a quien usted pueda…

—¿Mostró Ted alguna vez interés por el ocultismo? —le interrumpió Slim.

Emma le mirГі fijamente, con la boca abierta, y luego sacudiГі la cabeza.

—No debería haberle contratado —le espetó—. Ya lo descubriré yo misma.

Sin decir nada mГЎs, se fue, dejando a Slim sentado en el banco, con los dedos acariciando el lugar tibio que habГ­a dejado la mano de ella en su muslo.




11







Falto de ideas, Slim se dirigiГі a la biblioteca y pidiГі una antologГ­a de Shakespeare. Una hora despuГ©s estaba de Vuelta en el mostrador bajo la mirada condescendiente del funcionario aspirante a escritor para devolver el libro (que habГ­a sido tan Гєtil como leer francГ©s) y alquilar las copias de pelГ­culas en DVD de la biblioteca.

Para la noche del martes, despuГ©s de un empacho de televisiГіn de dos dГ­as, habГ­a visto todas las pelГ­culas de las que habГ­a oГ­do hablar y un par de las que no. Incluso viendo las tragedias interpretadas, muchas tenГ­an poco sentido, pero si Ted Douglas habГ­a pasado sus aГ±os de formaciГіn con cosas como Hamlet y Macbeth, era fГЎcil ver de dГіnde podГ­a haber venido su interГ©s por lo oculto.

Borracho de vino tinto barato, Slim dormitaba durante las Гєltimas escenas de Romeo y Julieta, levantГЎndose al sonar su telГ©fono, para encontrar a ambos amantes muertos y pasando los tГ­tulos de crГ©dito.

No se levantГі lo suficientemente rГЎpido de la silla como para recoger la llamada y no habГ­an dejado ningГєn mensaje. Al comprobar el nГєmero, aparecГ­a como desconocido y una llamada de vuelta se limitГі a zumbar en el espacio. Lo mГЎs probable es que proviniera de Skype o algГєn proveedor digital similar.

VolviГі a sentarse en su silla, preguntГЎndose cГіmo avanzar. Arthur era su mejor pista, el dicharachero jefe de policГ­a tenГ­a mГЎs que contar y el conocimiento para dar a Slim detalles Г­ntimos.

ВїPero a dГіnde le llevaba esto? Contratado para investigar la posible infidelidad de un rico banquero de inversiГіn, se encontraba desenterrando detalles de un caso abierto de hace mucho tiempo y varios otros alrededor de Г©l.

No le iban a pagar por esto. Era mejor dejarlo y olvidarlo. TenГ­a que pagar un alquiler. No podГ­a irse por una tangente tan cara.

Aun asГ­, ese mismo impulso le arrastraba igual aquel que le habГ­a hecho alistarse muchos aГ±os antes. La necesidad de aventura, de exotismo, era innegable.




12







La maГ±ana del viernes se levantГі con una resaca peor que cualquiera que recordara en las Гєltimas semanas, mirГі con ira un par de botellas de vino vacГ­as en el cubo de la basura y luego tratГі de recuperar la normalidad con una gran fritura en el cafГ© barato de la esquina de su calle.

Ted estarГ­a en la playa de nuevo esta tarde, pero ВїtenГ­a algГєn sentido ir a verlo? Era el mismo ritual una y otra vez. En todo caso, Emma le habГ­a dicho que lo dejara. No iba a conseguir nada.

Caminaba de vuelta a su casa cuando zumbГі su mГіvil. Era Kay Skelton, su amigo traductor.

—¿Slim? Intente llamarte anoche. ¿Podemos vernos?

—¿Ahora?

—Si es posible…

La urgencia en la voz de Kay convenciГі a Slim. Le dio a Kay el nombre de un bar a un par de calles del cafГ©. EstarГ­a abierto para cuando llegara allГЎ.

Veinte minutos despuГ©s, encontrГі a un camarero abriendo las puertas y encendiendo las luces. LuchГі contra la tentaciГіn de empezar pronto, optando por un cafГ©, que llevГі a un rincГіn oscuro, y se sentГі en una mesa alta a esperar a Kay.

El traductor llegГі media hora despuГ©s. Slim estaba tomando su tercer cafГ© y la fila de botellas de whisky detrГЎs de la barra amenazaba con romper todas sus defensas.

Slim no habГ­a visto a Kay en persona desde sus tiempos en el ejГ©rcito. El experto lingГјista, que ahora trabajaba en un empleo sedentario senillo traduciendo documentos extranjeros para un bufete de abogados, se habГ­a ablandado y ganado peso. ParecГ­a que comГ­a demasiado bien y no bebГ­a lo suficiente.

Slim seguГ­a siendo el Гєnico cliente, asГ­ que Kay le vio de inmediato. LlamГі al camarero y pidiГі un brandy doble y luego se subiГі al taburete que habГ­a enfrente.

Se dieron la mano. Ambos mintieron acerca de lo bien que se veГ­an. Kay ofreciГі a Slim un trago que este declinГі. Luego, con un suspiro, como si fuera la Гєltima cosa que quisiera hacer; Kay sacГі un sobre de la bolsa que habГ­a traГ­do y la puso sobre la mesa.

—Cometí un error —dijo.

—¿Qué?

—Esta es la transcripción. La he comprobado dos veces y aunque el sentido era correcto, me equivoqué en una pequeña sección.

Kay sacГі un papel del sobre. Un cГ­rculo rojo destacaba una secciГіn de texto escrita a mano con desaliГ±o y que Slim supuso que era latГ­n.

—Esta sección. Tu hombre está diciendo a algo que vuelva, que necesita que retorne a casa. Solo que no es así —Kay señaló una palabra que era tan ilegible que Slim ni siquiera intentó leerla—. Aquí. No es «ven», es «vete».

—¿Vuelve?

Kay asintiГі.

—Tema lo que tema tu objetivo, eso sigue allí.




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